Bea estaba tiritando, y no era
bueno, pues sus doloridos y arañados brazos era lo único que le salvaba de las chumberas y las peñas que tenía cincuenta metros bajo sus pies. Las avalanchas de pánico ya estaban algo
controladas. Si, estaba en el aire, dos manos cogidas a un saliente de roca, bajo ellas, dos brazos extendidos y una cabeza que no paraba de mirar las rocas bajo sus pies que colgaban en el aire. No tenía ni idea de escalada, pero, eso no le ayudaba. Tras mil
respiraciones hondas había conseguido estar simplemente muerta de miedo, pero
ya podía reaccionar algo, y pensar. A la cabeza le venía repetidamente los dos
disparos que casi la matan en lo alto del Pico del Águila. El primer fogonazo le había dado un susto de muerte, pero ver como volvía a apuntar hacia ella, la había terrorizado. Comenzó una huida a ninguna parte que terminó cuando resbaló y cayó al vacío. Unos terroríficos
segundos de caída, arañazos, uñas, dedos y pies buscando un salvador saliente,
raiz o arbusto que esquivase a la muerte, hasta que pudo cogerse a una mata de
romero que frenó su caida, y permitió, en el último segundo, que sus manos
pudieran agarrarse a un saliente. Pero todo eso tampoco le ayudaba. La pared
vertical estaba a un metro de ella, y, era...., vertical. El saliente sobre el que
apoyaba sus manos si que parecía tener un hueco para poder cobijarla, pero para
eso necesitaba ser un buen escalador, cosa que no era. De hecho, ya le costaba
mantenerse quieta, inmóvil, con los brazos extendidos aguantando su peso. Por
lo menos correr por el monte le había dejado más o menos delgada, si esto le
hubiera pasado hace un año en Mallorca, su tierra, estaría ahora mismo
decorando el monte bajo sus pies.
Por enésima vez respiró hondo y
consiguió calmarse todo lo que podía calmarse en esas circunstancias. No sabía
como, pero le asaltó a la cabeza un pasaje del libro de Scott Jurek, “evalua, y
preocúpate de lo que puedes hacer”, bueno, o algo así. En una hora estaría
anocheciendo, y el frontal lo llevaba en la mochila diseñada por el mismo
Scott, que se encontraba a su espalda, así que le quedaba una hora de luz, como
máximo. Por ahora aguantaba en esa posición, pero sería cuestión de tiempo que
la gravedad triunfara sobre su instinto de supervivencia. 20 minutos los había sobrellevado
medianamente, pero horas, a oscuras y con frío…, no apostaba por ella. Habia
sufrido más en estos 20 minutos que en los 63km de la Mim del mayo pasado, con
el inconveniente que no estaba Sergio para abrazarla esta vez. Mataría por unos brazos.
Cogió aire. Socorro!!! Resonó su
voz por la montaña. No era raro encontrarse con un corremonte por el pico, así
que cada poco tiempo repetía su, a la vista, única baza para ver otro amanecer. Pero hasta ahora solo recibía el silencio.
Tras unos minutos de calma tuvo un momento
determinación. No mirar sus pies volando sobre 50 metros ayudaba. Mirar
delante, o hacía arriba, se dijo. Vamos, eres una supernena! Se animó. Por lo
menos le sacó una sonrisa recordar el apodo cariñoso que se había ganado.
Comenzó a evaluar de nuevo la
pared vertical que tenía delante. Volvió a pensar en las dos opciones; intentar aguantar toda la
noche, cosa que veía imposible, o intentar trepar mientras hubiera luz. Así que
se concentró en intentar ver pequeños salientes que le pudieran salvar la vida.
Algo había, pero ¿llegaría balanceándose a la pared?. Solo pensarlo se le
congeló el alma. Pero no había otra forma, así que con mucho cuidado se balanceó poco a poco. Al llegar a la pared, alargó su pie
derecho y consiguió rozarla. Incluso llego a posar su pie en un pequeño saliente de
unos centímetros. Pero su hombro izquierdo chilló y su mano siniestra soltó el
saliente….
Continuará, o no....
Continuará, o no....
No hay comentarios:
Publicar un comentario